De un tiempo a esta parte, con la llegada de las nuevas tecnologías digitales, estamos constantemente envueltos de delimitadores de imágenes. Vemos el mundo a través de pantallas que generan sus propios códigos mostrando una realidad virtual, una apariencia digital.

Las imágenes generadas por dispositivos como el ordenador y contenidas en forma de archivo, solo pueden ser mostradas por las propias máquinas capaces de codificar su lenguaje y traducirlo en forma de pixel, provistas de luz para poder ser percibido por nuestro órgano visual.

En la pieza que se presenta, se muestra la apariencia de nueve pantallas de ordenador donde se materializa la imagen sobre un soporte como un ejercicio de memoria y de visibilidad, como algo que perdura en el tiempo y que ha de ser extraído de su lugar de origen. Esta última idea está ligada con el concepto y la práctica artística de transferencia: la acción de transportar a la imagen de un lugar a otro, para asentarse definitivamente en un soporte que otorgue de corporeidad a la imagen digital.